Si hay algo que he aprendido de las empresas, de las fábricas en particular, es que mientras salga la producción, todo el mundo está contento. Da igual que hagas bien tu trabajo, que te escaquées a fumar o que te pillen liándote con la encargada en el cuarto de baño: si se alcanzan las metas previstas, ya puedes pegarle un tiro en la cabeza al dueño de la empresa, que nadie va a osar ponerte una mano encima si no es para darte unas palmadas de enhorabuena por cumplir los objetivos.