Sin embargo, si fuese viejo y hubiese olvidado hacer algo que valiera la pena con mi vida, pasaría esos últimos años en un banco en los jardines botánicos, convenciéndome de que el tiempo pasa tan rápido que incluso las plantas difícilmente tienen la oportunidad de hacer algo decente con sus vidas excepto tal vez producir una o dos flores rojas o amarillas y, con un poco de suerte e insectos, reproducirse.