Mis oídos, mi ceño fruncido, mis manos apretadas y mi orgullo aplastado, dan paso a la rabia que intrépidamente me provoca levantarme del asiento. Miro esos ojos altaneros, la sonrisa despiadada de la soberbia y la posición de rey cuyas piezas piensan rematarme... Buscando en mi lo que tengo de sobra, lo que años y años he sembrado con todas mis fuerzas, mi sangre fluyente y mis nervios de mármol... ¿Buscabas violencia? Pues hoy obtendrás mi perdón, lamento decepcionarte ¡Sé feliz hombre!