Hemos tenido ocasión de entablar algunas relaciones bastante íntimas con esos interesantes borrachos perdidos del acuatismo. De acuerdo con nuestras observaciones, un ahogado no es un hombre que ha fallecido por sumersión, pese a que tienda a acreditarlo la opinión: es un ser aparte, con hábitos especiales y que, según creemos, se adaptaría maravillosamente a su medio si aceptáramos dejarlo permanecer allí el tiempo adecuado. Es notable que se conserven mejor en el agua que al aire libre.