En el momento en que entiendo verdaderamente a mi enemigo, en el momento en que le entiendo lo suficientemente bien como para derrotarlo, entonces, en ese preciso instante, también le quiero. Creo que es imposible entender realmente a alguien, saber lo que quiere, saber lo que cree, y no amarle como se ama a sí mismo. Y entonces en ese preciso momento, cuando le quiero... le destruyo. Hago que le resulte imposible volver a hacerme daño, lo trituro hasta que no existe.