Corrí siguiendo la parte delantera de la casa y doblé la esquina, pero seguía sin verlo, así que continué y doblé otra esquina, y ya volvía a estar de nuevo en la parte de atrás. Ahí estaba Albert. Frustrado en su huida. Había corrido en dirección al coche, pero Glenda le gritaba y yo tenía las llaves. Albert empezó a soltar palabrotas y Glenda gritó al verme, y Albert volvió la cabeza y también me vio, y entonces echó a correr en dirección opuesta a la casa, hacia las plantas siderúrgicas.