No me des nada, amor, no me des nada: yo te tomo en el viento, te tomo del arroyo de la sombra, del giro de la luz y del silencio, de la piel de las cosas y de la sangre con que subo al tiempo. Tú eres un surtidor aunque no quieras y yo soy el sediento. No me hables, si quieres, no me toques, no me conozcas más, yo ya no existo. Yo soy sólo la vida que te acosa. Y tú eres la muerte que resisto.