Ya nada me importa que tú no me quieras, te querré yo solo; solo, ensimismado. Si no puedo verte en sueño o despierto, clamaré tu nombre en mi soledad. Tu aroma que impregna mi piel y mi aliento y que, fuerte, alivia mi inmensa pasión, consuelo que ella ha de ofrendarme, cual noche estrellada que invita a pensar. Ya nada me importa que no sepas nunca que vivo una angustia que azota mi ser, tristeza infinita que deja exhausto porque solo encuentro terrible orfandad.