Hace un instante estaba jugando canicas en la tierra húmeda impregnada de ese característico y delicioso olor. Los rayos tibios del astro Sol me hacían entrecerrar los ojos mientras intentaba identificar la silueta que avanzaba hacia donde yo estaba. Restregué mis ojos y... ¡bueno! Han pasado 35 años de ese momento, no lo vi venir.