Tus hijos no son tus hijos. Son hijos e hijas de la vida. No vienen de ti, sino a través de ti y aunque estén contigo no te pertenecen. Puedes darles tu amor, pero no tus pensamientos, pues ellos tienen sus propios pensamientos. Puedes esforzarte en ser como ellos, pero no procures hacerlos semejantes a ti porque la vida no retrocede, ni se detiene en el ayer. Tú eres el arco del cual tus hijos son lanzados. Deja que la inclinación en tu mano de arquero sea hacia la felicidad.