Alguna vez hemos estado como fuera de la vida, en el espacio laberíntico entre la vida y la muerte, y fue cuando nos envolvió una cortina o bien se nos desprendió encima o porque no supimos encontrar la salida entre sus grandes pliegues. Envueltos en la cortina y rizados en su rizo nos perdimos en un interregno entre ópera y baile de máscaras, entre negro y blanco, sin saber qué podía ser de nosotros, en manos del verdugo de terciopelo.