Entonces opté por enfermar, lo que me salvó de la desesperación, como siempre ocurre en estos casos. Por mucho que se aborrezca la vida, cuando el destino nos mantiene vivos a nuestro pesar, la debilidad humana hace que no podamos evitar agradecer en secreto esta fatalidad. La muerte es tan horrenda, que nadie entre nosotros es capaz de verla de cerca sin sentir pavor.