Me giré sobre mis pasos y a medida que me acercaba a la habitación de mi compañero de piso, el olor se hacía más espeso. Vacilé antes de abrir la puerta. Las cortinas flotaban sin rumbo, despavoridas y sobre su lecho, mi amigo yacía con los ojos vidriosos y el cuerpo inerte, sin vida, acompañado por ella.