Su cabello empezó a caer, sus ojos a derretirse, su boca se abría y veía solamente mierda. El castaño desaparece, el blanco se arruga; una dulce niña sin más. Y la veía, y no miraba; y en ella pensaba, se escondía. En ese instante se fue la furia, el dolor cambió a escalofríos, el desaliento en calma; y ahora moriré solo como siempre lo soñé y como siempre lo esperé.