Y en su conquista de las oscuras almas de los condenados, se vio su destreza. En su cruzada, el serafín le concedió una fuerza y una velocidad temibles, y con su poder destruyó los pilares de obsidiana de los Templos de Sangre. No mostró piedad contra las bestias de los nueve círculos. Indestructible, incorruptible, inflexible, el Asesino de la Muerte ansiaba acabar con el reino oscuro.