Había uno, Atila, que era el rey de... bueno, de unos, ya me saldrá. Atila era tan bestia que decían que por donde pasaba no volvía a crecer la hierba. Lo que debía fumar el cabrón este, ¿sí o no? Madre mía, qué bárbaro, ¡hasta la raíz! Que los historiadores no se ponen de acuerdo en si era mongolo o es que iba todo el día con el globazo. Bueno, Atila aquí no llegó. Por lo menos al descampado de detrás de mi bloque no llegó; allí crece la hierba que es una hermosura verla.