J. R. R. Tolkien
- Las dos torres
Marchó adelante y se metió bajo las ramas enormes. Los árboles parecían no tener edad. Unas grandes barbas de liquen colgaban ante ellos, ondulando y balanceándose en la brisa.
J. R. R. Tolkien
- Las dos torres
Al atardecer llevó a los hobbits a una casa éntica que era solo una piedra musgosa puesta sobre unas matas de hierba en una barranca verde. Unos fresnos crecían en círculo alrededor y había agua, como en todas las casas énticas, un manantial que brotaba en burbujas de la barranca.
J. R. R. Tolkien
- Las dos torres
Todo ese día caminaron con él por los bosques, cantando y riendo, pues Ramaviva reía a menudo. Reía si el sol salía de detrás de una nube, reía cuando encontraban un arroyo o un manantial: se inclinaba entonces y se refrescaba con agua los pies y la cabeza; reía a veces cuando se oía algún sonido o murmullo en los árboles.
J. R. R. Tolkien
- Las dos torres
Me llamo Bregalad, lo que en vuestra lengua significa Ramaviva. Pero esto no es más que un apodo, por supuesto. Me llaman así desde el momento en que le dije sí a un ent anciano antes de que terminara de hacerme una pregunta. También bebo rápidamente y me voy cuando otros todavía están mojándose las barbas.
J. R. R. Tolkien
- Las dos torres
Los elfos inventaron muchas canciones sobre la Busca de los Ents, y algunas de esas canciones pasaron a las lenguas de los hombres. Pero nosotros no compusimos ninguna canción y nos contentamos con canturrear los hermosos nombres cuando nos acordábamos de las ents-mujeres.
J. R. R. Tolkien
- Las dos torres
Pero el tiempo fue pasando y salíamos y nos alejábamos cada vez menos. Y ahora las ents-mujeres son solo un recuerdo para nosotros, y nuestras barbas son largas y grises.
J. R. R. Tolkien
- Las dos torres
Nuestra pena era muy honda. No obstante, el bosque salvaje nos reclamaba y volvimos. Durante muchos años mantuvimos la costumbre de salir del bosque de cuando en cuando y buscar a las ents-mujeres, caminando de aquí para allá y llamándolas por aquellos hermosos nombres que ellas tenían.
J. R. R. Tolkien
- Las dos torres
Ahora los hobbits dependían enteramente de Gollum. No sabían, ni podían adivinar a esa luz brumosa, que en realidad se encontraban a solo unos pasos de los confines septentrionales de las ciénagas, cuyas ramificaciones principales se abrían hacia el sur.
J. R. R. Tolkien
- Las dos torres
En aquella llanura pedregosa, atravesada por las carreteras de los orcos y los soldados del enemigo, no había ninguna posibilidad de encontrar algún refugio. Allí ni siquiera las capas élficas de Lorien hubieran podido ocultarlos.
J. R. R. Tolkien
- Las dos torres
Soy Aragorn hijo de Arathorn y me llaman Elessar, Piedra de Elfo, Dúnadan, heredero del hijo de Isildur, hijo de Elendil de Gondor. ¡He aquí la Espada que estuvo rota una vez y fue forjada de nuevo! ¿Me ayudarás o te opondrás a mí? ¡Escoge rápido!
J. R. R. Tolkien
- Las dos torres
Cayó la noche y se hizo el silencio; no se oía otra cosa que un débil temblor de tierra bajo los pies de los ents y un roce, la sombra de un susurro, como de muchas hojas llevadas por el viento.
J. R. R. Tolkien
- Las dos torres
Algunos de los nuestros son ahora exactamente como árboles y se necesita mucho para despertarlos y hablan solo en susurros. Pero otros son de miembros flexibles y muchos pueden hablarme. Fueron los elfos quienes empezaron, por supuesto, despertando árboles y enseñándoles a hablar y aprendiendo el lenguaje de los árboles. Siempre quisieron hablarle a todo, los viejos elfos.
J. R. R. Tolkien
- El señor de los anillos: Las dos Torres
Así fue cómo Áragorn vio por primera vez a la luz del día a Eowyn, Señora de Rohan, y la encontró hermosa, hermosa y fría, como una clara mañana de primavera que no ha alcanzado aún la plenitud de la vida.
Gabriel García Márquez
- Crónica de una muerte anunciada
Se apartó para dejarlo salir, y a través de la puerta entreabierta vio los almendros de la plaza, nevados por el resplandor del amanecer, pero no tuvo valor para ver nada más.
Gabriel García Márquez
- Crónica de una muerte anunciada
La cocina enorme, con el cuchicheo de la lumbre y las gallinas dormidas en las perchas, tenía una respiración sigilosa. Santiago Nasar masticó otra aspirina y se sentó a beber a sorbos lentos el tazón de café, pensando despacio, sin apartar la vista de las dos mujeres que destripaban los conejos en la hornilla. A pesar de la edad, Victoria Guzmán se conservaba entera. La niña, todavía un poco montaraz, parecía sofocada por el ímpetu de sus glándulas.
León Tolstoy
- Anna Karenina
Al otro día, un sol magnífico hizo desaparecer las ligeras capas de hielo que aún quedaban sobre las aguas, y el aire cálido se impregnó de los vapores emanados de la tierra vivificada. La hierba antigua tomó al punto verdes tintes; la nueva comenzó a brotar en forma de pequeñas agujas; los botones de los abedules y de otras plantas se llenaron de savia, y en sus ramas, bañadas por el sol, los enjambres de abejas se precipitaron zumbando.
León Tolstoy
- Anna Karenina
Al amparo de la niebla se deslizaron las aguas, crujieron y se quebraron los hielos, aumentaron la rapidez de su curso los arroyos turbios y cubiertos de espuma. A la caída de la tarde, la niebla que ocultaba la colina roja pareció desgarrarse como un velo; las grandes nubes se deshicieron en nubecillas en forma de vellones blancos y la primavera apareció al fin, brillante y deslumbradora.
León Tolstoy
- Anna Karenina
El día de pascua nevó mucho, pero al siguiente sopló de improviso un viento cálido, amontonándose las nubes, y por espacio de tres días con sus noches no dejó de caer una lluvia tibia. El viento se calmó el jueves y entonces se extendió sobre la tierra una espesa bruma de color gris, como para ocultar los misterios que se producían en la naturaleza.
León Tolstoy
- Anna Karenina
La primavera se aproximaba al fin, bella, cariñosa y sin falsas promesas; era una de esas raras primaveras de que se regocijan las plantas y los animales tanto como los hombres. Aquella estación magnífica comunicó a Levin nuevo ardimiento, vigorizando su resolución de olvidar el pasado para organizar su vida solitaria en condiciones de independencia.