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So, do you want to wear shoes years later?

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That is not true

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That's kind of tragic, I feel bad for yeast now :(

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user263053's คำคม

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Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
La inmovilidad forzosa, la certidumbre cada día más lúcida de la fugacidad del tiempo, los deseos locos de verla, todo le demostraba que sus temores de la caída habían sido más certeros y trágicos de lo que había previsto. Por primera vez empezó a pensar de un modo racional en la realidad de la muerte.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
La escribió a mano, en papel perfumado y con tinta luminosa para leer en la oscuridad, y dramatizó sin pudores la gravedad del percance tratando de suscitar su compasión. Ella le contestó dos días más tarde, muy conmovida, muy amable, pero sin una palabra de más ni de menos, como en los grandes días del amor.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
Florentino Ariza tuvo buen cuidado de derivar hacia otros temas menos ásperos, pero su gentileza fue tan evidente que ella se supo descubierta, y eso aumentó su rabia. Fue un mal martes.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
Florentino Ariza, en un estado de exaltación que no había logrado apaciguar con cuatro copas de oporto, siguió hablando del pasado, de los buenos recuerdos del pasado que eran su tema único desde hacía tiempo, pero ansioso de encontrar en el pasado un camino secreto para desahogarse. Pues era eso lo que le hacía falta: echar el alma por la boca.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
Florentino Ariza olvidaba siempre cuando menos debía que las mujeres piensan más en el sentido oculto de las preguntas que en las preguntas mismas, y Prudencia Pitre más que cualquier otra.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
Solitario entre la muchedumbre del muelle, se había dicho con un golpe de rabia que el corazón tiene más cuartos que un hotel de putas. Estaba bañado en lágrimas por el dolor de los adioses.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
Pero Ángeles Alfaro se fue como vino, con su sexo tierno y su violonchelo de pecadora, en un transatlántico abanderado por el olvido, y lo único que quedó de ella en las azoteas de luna fueron sus señas de adiós con un pañuelo blanco que parecía una paloma en el horizonte, solitaria y triste, como en los versos de los Juegos Florales.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
Entre tantas rarezas venidas de todas partes, Florentino Ariza estaba de todos modos entre los más raros, pero no tanto como para llamar demasiado la atención. Lo más duro que oyó fue que alguien le gritara en la calle: Al pobre y al feo, todo se les va en deseo.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
De modo que palpó sus órganos internos con más intención que atención, y mientras tanto iba olvidándose de su propia sabiduría y descubriendo asombrado que aquella criatura de maravilla era tan bella por dentro como por fuera, y entonces se abandonó a las delicias del tacto, no ya como el médico mejor calificado del litoral caribe, sino como un pobre hombre de Dios atormentado por el desorden de los instintos.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
Aquello había ocurrido en dos ocasiones del pasado, y habría de ocurrir otras veces, y Florentino Ariza lo asimiló siempre como un comportamiento propio del carácter de Fermina Daza. Pero aquella tarde se preguntó con su infinita capacidad de ilusión si una indiferencia tan encarnizada no sería un subterfugio para disimular un tormento de amor.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
Siempre le dolía la cabeza, o hacía demasiado calor. Siempre, o se hacía la dormida, o tenía la regla otra vez, la regla, siempre la regla. Tanto, que el doctor Urbino se había atrevido a decir en clase, solo por el alivio de un desahogo sin confesión, que después de diez años de casadas las mujeres tenían la regla hasta tres veces por semana.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
De vez en cuando, al regreso de una fiesta loca, la nostalgia agazapada detrás de la puerta los tumbaba de un zarpazo, y entonces ocurría una explosión maravillosa en la que todo era otra vez como antes, y por cinco minutos volvían a ser los amantes desbraguetados de la luna de miel.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
Había una casa abajo, junto al estruendo de las olas desbaratándose contra los cantiles, donde el amor era más intenso porque tenía algo de naufragio.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
Entonces fue ella quien tomó la iniciativa, y se le entregó sin miedo, sin dolor, con la alegría de una aventura de alta mar, y sin más vestigios de ceremonia sangrienta que la rosa del honor en la sábana.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
Se casó para siempre frente al altar mayor de la catedral en una misa concelebrada por tres obispos, a las once de la mañana del día de gloria de la Santísima Trinidad, y sin un pensamiento de caridad para Florentino Ariza, que a esa hora deliraba de fiebre, muriéndose por ella, en la intemperie de un buque que no había de llevarlo al olvido.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
En ese momento se sintió solo en el mundo, y el recuerdo de Fermina Daza, que había permanecido al acecho en los últimos días, le asestó el zarpazo mortal.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
Lo tocó murmurando la letra, con el violín bañado en lágrimas, y con una inspiración tan intensa que a los primeros compases empezaron a ladrar los perros de la calle, y luego los de la ciudad, pero después se fueron callando poco a poco por el hechizo de la música, y el valse terminó con un silencio sobrenatural.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
Florentino Ariza no fue nunca muy consciente de aquel viaje medicinal. Había de recordarlo siempre, como todo lo que ocurrió en aquella época, a través de los cristales enrarecidos de su desventura.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
Lo despertó la tristeza. No la que había sentido en la mañana ante el cadáver del amigo, sino la niebla invisible que le saturaba el alma después de la siesta, y que él interpretaba como una notificación divina de que estaba viviendo sus últimos atardeceres.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
Se comprometió a avisar a los numerosos refugiados del Caribe que vivían en la ciudad, por si querían rendir los últimos honores a quien se había comportado como el más respetable de todos, el más activo y radical, aún después de que fue demasiado evidente que había sucumbido a la rémora del desencanto.