Judith Kerr
- Cuando Hitler robó el conejo rosa
Empezó a sentirse encerrada en el piso día tras día, y cuando llegaba la tarde ella y Max estaban de tan mal humor que apenas eran capaces de hablar con tranquilidad. A Max le parecía injusto que él tuviera que apechar con tantas dificultades en el colegio mientras Anna se quedaba en casa, y Anna veía que Max estaba haciendo enormes avances en aquel mundo nuevo en el que tendrían que vivir y tenía miedo de no poder alcanzarle.