El arma que era mi imaginación dio muerte a gran número de soldados griegos, a muchos esclavos blancos de Arabia, príncipes de tribus salvajes, ascensoristas de hotel, camareros, chulos, oficiales del ejército, trapecistas de circo... Era yo como uno de esos salvajes merodeadores que, al no saber la manera de expresar su amor, cometen la equivocación de matar a las personas que aman.