Entraban extraños con extrañas caras, extrañas expresiones y extrañas vestimentas. Los miré a los ojos, desafiante, y les dije: "Entren a mi palacio de colchones." Ellos entraron y tocaron las paredes; eran de colchones. Poco a poco observé, insólitamente, que dejaron de ser extraños. No los volví a ver más cerca de mi palacio, porque he de despertar bajo solo uno. Creo que no los volveré a ver.