Las relaciones, de cualquier tipo, son como arena en la mano. Si la sostienes en la palma, la arena se queda donde está. En el instante en que cierras la mano y la comprimes para retener la arena, ésta se te escapa entre los dedos. Tal vez conserves una poca, pero la mayor parte se derramará. Una relación es algo similar: si das respeto y libertad, lo más probable es que se mantenga intacta; pero si la oprimes demasiado, si eres demasiado posesivo, la relación se desparrama y se pierde.