Seguer iba a levantarse para caminar hasta su compañero, pero algo se movió a su izquierda, muy cerca. Era como una respiración pesada y sostenida. El terror lo congeló, no dijo más nada; si hubiera podido, habría detenido el corazón para hacer menos ruido. Aquello permaneció a su lado unos segundos y luego por algún motivo se alejó. Seguer lo escuchó deslizarse, viscoso, en la oscuridad.