No supo nada más de lo que ocurriría ese día, sólo quería dormir un poco más; lo suficiente para que pueda olvidar todo lo que había hecho. Dejó la puerta abierta, aunque siempre la cerraba, no se quería volver a levantar porque ya la sábana rozaba su piel y le recordaba al calor de cuando su madre lo arropaba. Como para recordarla aún más, recogió las rodillas y encorvó la espalda. El sueño lo invadió como la oscuridad de la noche cuando muere el día, así, de la misma forma; durmió para siempre.