Pero dejemos a los Bordini ya de una vez, y hablemos de las pinzas. Las pobres se ponen ahí, en la cuerda de tender la ropa, una cuerda que es áspera y seca, como los talones de Eduard Punset, y la pobre pinza sin arnés de seguridad ni nada. Por cierto, me intrigan mucho las medidas de seguridad de los Bordini. Deberían llevar un chaleco antibalas, porque la tentación es muy fuerte.