Es la noche. Una noche castellana de mediados de agosto en el año 1040. El calor sofocante del día ha calmado un poco, gracias a un viento sin sol que sopla infatigable desde hace tres horas cargado de olor a campo y de rumores de chopos. Durante el día el cielo se había dejado caer con todo su sol sobre la tierra, la pobre tierra sedienta, sofocada, tratando de sacar la cabeza y poder respirar brisas verdes.