Paulo Coelho
- El alquimista
El muchacho comenzó a mirar al frente, hacia el horizonte. En la lejanía se divisaban montañas, rocas y plantas rastreras que insistían en vivir en un lugar en el que la supervivencia era imposible. Allí estaba el desierto, que él había recorrido durante tantos meses y del que, aún así, sólo conocía una pequeña parte. En esta pequeña parte había encontrado ingleses, caravanas, guerras de clanes y un oasis con cincuenta mil palmeras y trescientos pozos.
Gillian Bradshaw
- El contador de arena
Mientras cerraba la carta con lacre, se preguntó cuánto tardarían los cartagineses en comprender que, para hacer frente a un enemigo como Roma, necesitarían una Siracusa fuerte a su lado. ¡Qué necios!, pensó, estampando su sello favorito sobre el lacre. Toda la campaña era de una estupidez flagrante. Si los cartagineses hubieran llegado por la retaguardia, los romanos se habrían encontrado en una situación lamentable.