Nylige kommentarer

rainy
Hey bro, I know this comment was posted a long time ago, but I hope …

Kung Fu Panda
One of my favourite quotes from Kung Fu Panda :3

owolord
just go for it man, "endless peril in society"? just f***ing talk to her

Concerned Typist
Bro what u yapping about

Norman Schwarzkopf
One of the weirdest quotes I've ever come across. Thinking America is the only country …

Mer

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Guía del autoestopista galáctico
En cierto modo parecía anormalmente oscura y silenciosa, hasta para una nave cuyos dos tripulantes yacían asfixiados en aquel momento en una habitación llena de humo a varios kilómetros por debajo del suelo. Era una de esas cosas extrañas que resultan imposibles de explicar o definir, pero que pueden notarse cuando una nave está completamente muerta.

Guía del autoestopista galáctico
Tú no sabes nada del tiempo futuro, pero con mi prolífico sistema de circuitos yo puedo navegar por las infinitas corrientes de las probabilidades futuras y ver que un día llegará un ordenador cuyos parámetros de funcionamiento no soy digno de calcular, pero que en definitiva será mi destino proyectar.

Guía del autoestopista galáctico
La multitud estaba anhelante, deslumbrada por el sol y la pericia del navegante, mientras la lancha rápida del presidente doblaba el cabo y entraba en la bahía. Destellaba y relucía al patinar sobre las aguas deslizándose por ellas con giros dilatados.

Guía del autoestopista galáctico
Resulta muy grato que vuestro entusiasmo por nuestro planeta permanezca intacto, por lo que nos gustaría comunicaros que los proyectiles teledirigidos que en estos momentos apuntan a vuestra nave forman parte de un servicio especial que aplicamos a nuestros clientes más entusiastas, y que las ojivas nucleares de las cuales están provistos no son, por supuesto, más que un detalle de cortesía. Esperamos que sigáis siendo nuestros clientes en vidas futuras... Gracias.

Douglas Adams
Tal vez los libros electrónicos reemplacen los libros algún día, pero no hasta que los genios de Silicon Valley inventen una forma de doblar las esquinas, arquear la base, amarillear las páginas, agregar un anillo de café o dos y permitir que la tableta de plástico se abra al caer en una página favorita.

Guía del autoestopista galáctico
Ford seguía contando en voz baja. Eso es lo más agresivo que se le puede hacer a una computadora, el equivalente de acercarse a un ser humano diciendo: sangre... sangre... sangre...

Guía del autoestopista galáctico
Al cabo de un tiempo la abandonó, considerando que era embarazosamente cínica, y decidió que después de todo le gustaban mucho los seres humanos, pero siempre le preocupó extremadamente la tremenda cantidad de cosas que desconocían.

Guía del autoestopista galáctico
Al principio, Ford elaboró una teoría para explicarse esa conducta extraña. Si los seres humanos no dejan de hacer ejercicio con los labios, pensó, es probable que la boca se les quede agarrotada. Tras unos meses de meditación y de observación, rechazó aquella teoría en favor de una nueva. Si no continúan haciendo ejercicio con los labios, pensó, su cerebro empieza a funcionar.

Guía del autoestopista galáctico
Una de las cosas que a Ford Prefect le había costado más trabajo entender de los humanos era su costumbre de repetir y manifestar continuamente lo que era a todas luces muy evidente; como: Hace buen día, es usted muy alto o ¡Válgame Dios!, parece que te has caído en un pozo de treinta pies de profundidad, ¿estás bien?

Guía del autoestopista galáctico
Bajo la cúpula surgió una enorme nave espacial, sin tapar, de unos ciento cincuenta metros de largo y de forma semejante a una blanda zapatilla deportiva, absolutamente blanca y sorprendentemente bonita. En su interior, oculta, había una cajita de oro que contenía el aparato más prodigioso que se hubiera concebido jamás, un instrumento que convertía en única a aquella nave en la historia de la Galaxia, una máquina que había dado su nombre al vehículo espacial: el Corazón de Oro.

Guía del autoestopista galáctico
Prostetnic Vogon Jeltz no era agradable a la vista, ni siquiera para otros vogones. Su nariz respingada se alzaba muy por encima de su pequeña frente de cochinillo. Su elástica piel de color verde oscuro era lo bastante gruesa como para permitirle jugar a la Política de administración pública y hacerlo bien; y era lo suficientemente impermeable como para que pudiera sobrevivir indefinidamente en el mar hasta una profundidad de trescientos metros sin que ello le produjera efectos nocivos.

Guía del autoestopista galáctico
No es que fuese alguna vez a nadar, por supuesto. Sus múltiples ocupaciones no se lo permitían. Era así porque hacía billones de años, cuando los vogones salieron de los primitivos mares estancados de Vogosfera y se tumbaron jadeantes y sin aliento en las costas vírgenes del planeta..., cuando los primeros rayos del brillante y joven vogosol los iluminaron aquella mañana, fue como si las fuerzas de la evolución los hubieran abandonado allí mismo.

Guía del autoestopista galáctico
El hecho de que sobrevivieran es una especie de tributo a la obstinación, a la fuerte voluntad, a la deformación cerebral de tales criaturas. ¿Evolución?, se dijeron a sí mismos. ¿Quién la necesita? Y lo que la naturaleza se negó a hacer por ellos lo hicieron por sí mismos hasta el momento en que pudieron rectificar las groseras inconveniencias anatómicas por medio de la cirugía.

Guía del autoestopista galáctico
Entretanto, las fuerzas naturales del planeta Vogosfera habían trabajado horas extraordinarias para remediar su equivocación anterior. Produjeron escurridizos cangrejos, centelleantes como gemas, que los vogones comían aplastándoles los caparazones con mazos de hierro y altos árboles anhelosos, de esbeltez y colores increíbles, que los vogones talaban y encendían para asar la carne de los cangrejos.

Guía del autoestopista galáctico
Trataron de adquirir conocimientos, intentaron alcanzar estilo y elegancia social, pero en muchos aspectos los vogones modernos se diferenciaban poco de sus ancestros primitivos. Todos los años importaban veintisiete mil escurridizos cangrejos centelleantes como gemas, y pasaban una noche feliz emborrachándose y aplastándolos hasta hacerlos pedacitos con mazos de hierro.

Guía del autoestopista galáctico
Así pasó el planeta Vogosfera los tristes milenios hasta que los vogones descubrieron de repente los principios de los viajes interestelares. Al cabo de unos breves años vogones, todos los habitantes del planeta habían emigrado al grupo de Megabrantis, el eje político de la Galaxia, y ahora formaban el espinazo, enormemente poderoso, de la Administración Pública de la Galaxia.

Guía del autoestopista galáctico
No quiero morir ahora. Es muy mal momento. Todavía me duele la cabeza. No quiero ir al cielo con dolor de cabeza, estaría enojado y no lo disfrutaría.

Guía del autoestopista galáctico
Mi capacidad para esa idea vaga, difusa, etérea, con tantos significados... que muchos denominan felicidad podría caber en una caja de cerillas sin sacar las cerillas primero.

Guía del autoestopista galáctico
En alguna parte de la pequeña cabina a oscuras, situada en lo más hondo de los intestinos de la nave insignia de Prostetnic Vogon Jeltz, una cerilla minúscula destelló nerviosamente. El dueño de la cerilla no era un vogón, pero conocía todo lo relativo a los vogones y tenía razones para estar nervioso. Se llamaba Ford Prefect.

Guía del autoestopista galáctico
Oyó un leve gruñido. A la luz de la cerilla vio una densa sombra que se removía ligeramente en el suelo. Rápidamente apagó la cerilla, buscó algo en el bolsillo, lo encontró y lo sacó. Lo abrió y lo sacudió. Se agachó en el suelo. La sombra volvió a moverse.