Guía del autoestopista galáctico
Pero la historia de aquel jueves terrible y estúpido, la narración de sus consecuencias extraordinarias y el relato de cómo tales consecuencias están indisolublemente entrelazadas con ese libro notable, comienza de manera muy sencilla. Empieza con una casa.
Guía del autoestopista galáctico
En muchas de las civilizaciones más tranquilas del margen oriental exterior de la galaxia, la Guía del autoestopista ya ha sustituido a la gran Enciclopedia galáctica como la fuente reconocida de todo el conocimiento y la sabiduría, porque si bien incurre en muchas omisiones y contiene abundantes hechos de autenticidad dudosa, supera a la segunda obra, más antigua y prosaica, en dos aspectos importantes.
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Y no solo es un libro absolutamente notable, sino que también ha tenido un éxito enorme: es más famoso que las obras escogidas sobre el cuidado del hogar espacial, más vendido que las otras cincuenta y tres cosas que hacer en gravedad cero y más polémico que la trilogía de la devastadora fuerza filosófica de Oolon Colluphid. ¿En qué se equivocó Dios? Otros grandes errores de Dios... pero ¿Quién es ese tal Dios?
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De manera que persistió el problema; muchos eran humildes y la mayoría se consideraban miserables, incluso los que poseían relojes digitales. Cada vez eran más los que pensaban que, en primer lugar, habían cometido un gran error al bajar de los árboles. Y algunos afirmaban que lo de los árboles había sido una equivocación, y que nadie debería haber salido de los mares.
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Este planeta tenía el problema siguiente: la mayoría de sus habitantes eran infelices durante casi todo el tiempo. Muchas soluciones se sugirieron para tal problema, pero la mayor parte de ellas se referían principalmente a los movimientos de pequeños trozos de papel verde; cosa extraña, ya que los pequeños trozos de papel verde no eran precisamente quienes se sentían infelices.
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También es la historia de un libro, titulado Guía del autoestopista galáctico; no se trata de un libro terrestre, pues nunca se publicó en la Tierra y, hasta que ocurrió la terrible catástrofe, ningún terrestre lo vio ni oyó hablar de él.
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Lamentablemente, sin embargo, antes de que pudiera llamar por teléfono para contárselo a alguien, ocurrió una catástrofe terrible y estúpida y la idea se perdió para siempre. Esta no es la historia de la muchacha. Sino la de aquella catástrofe terrible y estúpida, y la de algunas de sus consecuencias.
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Y entonces, un jueves, casi dos mil años después de que clavaran a un hombre a un madero por decir que, para variar, sería estupendo ser bueno con los demás, una muchacha que se sentaba sola en un pequeño café de Rickmansworth comprendió de pronto lo que había ido mal durante todo el tiempo, y descubrió el medio por el que el mundo podría convertirse en un lugar tranquilo y feliz. Esta vez era cierto, daría resultado y no habría que clavar a nadie a nada.
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Arthur huirá de la Tierra junto a un amigo suyo, Ford Prefect, que resultará ser un extraterrestre emparentado con Zaphod Beeblebrox, un pirata esquizoide de dos cabezas, en cuya nave conocerá al resto de personajes que lo acompañarán: un androide paranoide y una terrícola que, como él, ha logrado escapar.
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Un jueves a la hora de comer, la Tierra es demolida para poder construir una nueva autopista hiperespacial. Arthur Dent, un tipo que esa misma mañana ha visto cómo echaban abajo su propia casa, considera que eso supera lo que una persona puede soportar.
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El motivo por el que se publicó en forma de micro submesón electrónico, era porque, si se hubiera impreso como un libro normal, un autoestopista interestelar habría necesitado varios edificios grandes e incómodos para transportarlo.
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Tenía un aspecto demencialmente complicado, y esa era una de las razones por las cuales estaba escrito en la cubierta de plástico que lo tapaba las palabras NO SE ASUSTE con caracteres grandes y agradables. La otra razón consistía en que tal aparato era el libro más notable que habían publicado las grandes compañías editoras de Osa Menor: la Guía del Autoestopista galáctico.
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Aparte del Subeta Sensomático y de los guiones, tenía un Pulgar Electrónico: una varilla gruesa, corta y suave, de color negro, provista en un extremo de dos interruptores planos y unos cuadrantes. También tenía un aparato que parecía una calculadora electrónica más bien grande. Estaba equipada de un centenar de diminutos botones planos y de una pantalla de unos diez centímetros cuadrados en la que en un momento podía verse cualquier cara de su millón de "páginas".
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Efectivamente, el contenido del bolso de Ford Prefect era muy interesante, y a cualquier físico terrestre se le habrían saltado los ojos de las órbitas solo con verlo, razón por la cual su dueño siempre lo ocultaba poniendo encima unos manoseados guiones de obras que supuestamente estaba ensayando.
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El único sitio en el que se registró su paso fue en un pequeño aparato negro llamado Subeta Sensomático, que se limitó a hacer un guiño silencioso. Estaba guardado en la oscuridad, dentro de un bolso de cuero que Ford Prefect solía llevar colgado al cuello.
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El planeta que tenían bajo ellos era casi absolutamente ajeno a su presencia, que era precisamente lo que ellos pretendían por el momento. Las enormes cosas amarillas pasaron inadvertidas por Goonhilly, sobrevolaron Cabo Cañaveral sin que las detectaran; Woomera y Jodrell Bank las miraron sin verlas, lo que era una lástima porque eso era exactamente lo que habían estado buscando durante todos aquellos años.
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Aquel jueves en particular, una cosa se movía silenciosamente por la ionosfera a muchos kilómetros por encima de la superficie del planeta; varias cosas, en realidad, unas cuantas docenas de enormes cosas en forma de gruesas rebanadas amarillas, tan grandes como edificios de oficinas y silenciosas como pájaros. Planeaban con desenvoltura, calentándose con los rayos electromagnéticos de la estrella Sol, esperando su oportunidad, agrupándose, preparándose.
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La Guía del autoestopista galáctico también menciona el alcohol. Dice que la mejor bebida que existe es el detonador gargárico pangaláctico. Dice que el efecto producido por una copa de detonador gargárico pangaláctico es como que le aplasten a uno los sesos con una raja de limón estirada alrededor de un gran lingote de oro.
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Nos dio comida, alcohol, género de las partes más extrañas de la Galaxia, y montones de castañas, por supuesto, y nos lo pasamos increíblemente bien. Luego nos teletransportó al ala de máxima seguridad de la cárcel estatal de Betelgeuse. Era un tipo excelente. Llegó a ser Presidente de la Galaxia.
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Pero tanto éxito tuvo esa aventura, que Magrathea pronto llegó a ser el planeta más rico de todos los tiempos y el resto de la Galaxia quedó reducido a la pobreza más abyecta. Y así se quebró la organización social, se derrumbó el Imperio y un largo y lóbrego silencio cayó sobre mil millones de mundos hambrientos, únicamente turbado por el garabateo de las plumas de los eruditos mientras trabajaban hasta tarde en pulcros tratados sobre el valor de la planificación en la política económica.