Nylige kommentarer

Made Up On The Spot
Riddled with errors.

Ricardo Aguilera
Listo

Serita McKenzie
it was good

Suzanne Collins
thank you

MOOMOMOMMomo
I appreciate the honesty :)

Mer

Sitater

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Anónimo
Cada pequeño paso era una amarga victoria en una batalla decidida de antemano seguramente por algún bufón de los dioses... Mientras avanzaba, un sonido leve emergía a través del tiempo, ruido de tambores se sucedían de menos a más, anunciando un destino fatal.

Anónimo
El viento azotaba los altos del valle, arrojando su rencor a las fustigadas hojas de los sauces. Sobre su cabeza el cielo se tornaba de una tonalidad ocre, despidiendo lágrimas que arrastraban el sudor que emergía de su rostro descompuesto; su respiración entrecortada y jadeante acompasaba el sonido de la tupida hierba reseca aplastada sin miramientos bajo sus desnudos pies.

Anónimo
Nadie, ni siquiera el veterano comisario de policía, pudo comprender el ademán extraño de aquel hombre al pasar junto a la sábana que cubría el cuerpo de la que, hasta hacía unos minutos, había sido su mujer.

Anónimo
Solo quedó uno vivo después de aquella noche fantasmal. Solo quedó uno que pudiera contarlo. Solo uno se escapó. Sin embargo, hasta ahora no se lo ha relatado a nadie. Quizá porque tiene miedo. Quizá porque no quiere recordar.

Anónimo
Mientras sacaba las llaves del bolso, oí de repente unos pasos que se acercaban. Al volverme, vi la figura de un hombre joven que se dirigía hacia mí con una amplia sonrisa en la cara. Según avanzaba comenzó a hablar...

Anónimo
Volvía de realizar las compras de última hora en el centro comercial y caminaba hacia el párking donde había dejado mi coche aparcado. Solo se oía el ruido de mis tacones al pisar sobre el suelo. No había nadie y eso me inquietaba.

Anónimo
Al recuperarme, abrí los ojos y vi a mi mujer a mi lado. Estaba tumbado en la cama de ese hospital que había visto desde la ventana. Un sentimiento de alivio recorrió todo mi cuerpo. Había vuelto de un viaje que nunca recomendaré a nadie.

Anónimo
Solo podía apreciar el típico ruido que hacen esos scanners. De repente, bajo mis pies se abrió una puerta negra. Caí en picado por un túnel. Las imágenes pasaban rápidamente a mi alrededor. Eran todos los acontecimientos de mi vida. Sentí un fuerte golpe y perdí la consciencia.

Anónimo
Paré el coche y, con muchas dudas, descendí. Vi a lo lejos una luz y emprendí el camino hacia ella. Según me acercaba pude comprobar que se trataba de una ventana. Por fin llegué. Me asomé y pude ver mi cuerpo tumbado en una cama de hospital, mi mujer junto a mí, llorando a la vez que acariciándome la mano.

Anónimo
De repente una luz cegadora me impedía ver la carretera. El miedo recorrió mi cuerpo como una descarga eléctrica. La luz se apagó y pude descubrir que no había nada a mi alrededor. Ni coches, ni casas, ni carretera. Todo estaba oscuro.

Anónimo
Abrí la puerta del coche para, como un día cualquiera, recorrer el tramo que separa mi casa del trabajo. El tráfico era el habitual, como habitual es también el cabreo que te produce.

Anónimo
Cuando llegué a la playa encontré sus ropas en la orilla. Me metí en el agua, parecía tranquila, nadé, buceé, pero todo fue en vano. Mientras me ahogaba vi su cuerpo flotando, me pareció que sonreía, como si hubiera expirado con una risa liberadora e histérica, ya no le perseguía nadie, ya no tenía miedo, el miedo ahora estaba conmigo.

Anónimo
Se levantó sudando de la cama, eran las cinco de la mañana y todavía no había amanecido, ni se vistió siquiera, bajó a la calle en pijama. Desde la ventana le vi perderse entre las calles, corría y corría desesperadamente, como si algo le persiguiera, no pude ver lo que era.

Anónimo
No era la primera vez que sentía pánico. De hecho, el miedo era un compañero habitual en su vida, un miedo constante, irracional y posesivo. Miedo no a la muerte sino a la vida, miedo al llanto y a la risa, miedo al día y a la noche, miedo al miedo.

Anónimo
El corazón se le salía por la boca y el resuello la abandonaba. Llegó al portal, metió la llave con cautela y entró. No había nadie. En ese momento sonó el teléfono, era su hija, que le dijo que cuando su padre la iba a recoger del colegio tuvo un accidente de tráfico y acababa de morir tras terribles convulsiones.

Anónimo
Al lado, se encontraba la enorme escultura de un payaso realizada en un descolorido material que Cristina tampoco pudo reconocer. Sorprendida, reparó en la falta de nariz tan significativa en todos los payasos.

Anónimo
Cristina decidió, sobre la marcha, hacer pellas. Sus 12 años eran suficientes para decidir lo que quería hacer y en ese momento la clase de inglés le pareció poco atrayente. El día anterior había visto un circo instalado a la entrada de la ciudad, en un lugar lo suficientemente lejano para que nadie la descubriera.

Anónimo
Algo o alguien me obligó a acercarme un poco más. El olor. Un automóvil en llamas. El árbol herido en su rugoso vientre. La sangre, mi sangre. Y la nota. Entonces, en ese momento, comprendí. Giré instintivamente la cabeza a mi derecha, y un fuerte temblor sacudió todo mi nuevo ser.

Anónimo
Después de abandonar mi cuerpo, sentí unos irresistibles deseos de volverme y mirar atrás. Allí, difuminada por la intensa niebla y sobre el asfalto mojado, se encontraba la silueta de lo que parecía ser mi anterior yo. No había duda. Ninguna otra posibilidad: estaba muerto.

Anónimo
Allí delante se configuraba una figura, de apariencia humana pero origen desconocido. Cuando abrió los ojos la vio de nuevo: la sombra nacida de materia intangible estaba ante él: vestida de fuego, ojos llameantes, insoportable mirada roja, sangrienta. Volvía a enfrentarse a la muerte, pero ahora se entregaría a ella.