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A. Grandes / Ulises - Besos en el pan...
Mi barrio tiene calles irregulares. Las hay amplias, con árboles frondosos que sombrean los balcones de los pisos bajos, aunque abundan más las estrechas, que también tienen árboles, más apretados, más juntos y siempre muy bien podados, para que no acaparen el espacio que escasea hasta en el aire, pero verdes, tiernos en primavera y amables en verano, cuando caminar por la mañana temprano por las aceras recién regadas es un lujo sin precio, un placer gratuito.

Hermanos Álvarez Quintero - Febrerillo el loco
Salita de una casa de Madrid. Puerta al foro, que conduce a las habitaciones interiores, y otra a la izquierda, que da al recibidor. A la derecha, un balcón. Sillería de caoba, tapizada de damasco o de yute; mesa-camilla, con falda y tapete de terciopelo; sobre una consola, dos floreros y un reloj; alfombra de moqueta; cortinas adecuadas a la sillería; una gran araña de cristal en el centro del techo, y en la pared, revestida de papel oscuro, dos retratos al óleo.

Nacho Carretero - Fariña
Galicia tiene 1.498 kilómetros de costa. Más que Andalucía o Baleares. Si se mira el mapa con detalle, se descubre que la orilla gallega tiene aversión a la línea recta. Se enreda tozuda en recovecos y rincones ideales para entrar y salir sin ser visto. Es también un monólogo de acantilados y rocas propicios para el naufragio. Uno de sus tramos se llama Costa da Morte. Y allí comienza esta historia.

Tomás de Iriarte - Fábula
De Santo Domingo trajo dos loros una señora: la isla es mitad francesa, y otra mitad española. Así cada animalito hablaba distinto idioma. Pusiéronlos al balcón, y aquello era Babilonia; de francés y castellano hicieron tal pepitoria que al cabo ya no sabían hablar ni una lengua ni otra.

Cervantes - Entremés
Pido el divorcio deste viejo aquí presente porque no puedo sufrir sus impertinencias, ni estar de continuo atenta a curar todas sus enfermedades, que son sin número, y no me criaron a mí mis padres para ser hospitalera ni enfermera. Vuesa merced, señor juez, me descase, si no quiere que me ahorque; mire, mire los surcos que tengo por este rostro, de las lágrimas que derramo cada día, por verme casada con esta anatomía.

Enrique Jardiel Poncela - Los ladrones somos gente honrada
Nunca es más difícil conseguir un éxito como después de haber padecido un fracaso. Y, sin embargo, nunca es más necesario conseguirlo. Porque al que tiene éxito se le da siempre la razón, aunque no la tenga. Y el que fracasa no tiene razón nunca, aunque rebose de razón. Estas perogrulladas iba yo pensando una tarde a la salida del teatro "La Comedia", donde acababa de sostener una entrevista.

Gil Vicente - El viudo
Qué desastrosa vida, ¿qué perdiera yo en perderla desque al mundo fue venida? Pues amada y dolorida es toda mi parte della, que perdí mujer tan bella como estrella, y pues triste me dejó, muriera mezquino yo y no ella. Pluguiera a Dios que cupiera la suerte suya por mía, pues quedé, que no debiera, robada mi compañera, consumida mi alegría. Vida sin tal compañía noche y día me da tan triste cuidado, que jamás seré, cuitado, el que solía.

Lope de Vega - El perro del hortelano
Este sombrero tiró que sin plumas tengo. Como en la lámpara dio, sin duda se las quemó, y como estopas ardieron. Ícaro, ¿al sol no subía, y abrasándose las plumas, cayó en las blancas espumas del mar? Pues esto sería. El sol la lámpara fue, Ícaro el sombrero, y luego las plumas deshizo el fuego, y así en la escalera lo hallé.

Tirso de Molina - El Aquiles
Penélope está enferma, ¿por qué querrás dejar tu patria yerma? Procure el injuriado vengar agravios suyos, y de Elena castigue la mudanza, que no por su cuidado es bien crecer los tuyos y a tu esposa olvidar por su venganza. Si tu experiencia alcanza los daños que recuerdas, ¿será prudente cosa porque él cobre a su esposa que tú la tuya pierdas? ¿Y que en demanda ajena a Penélope dejes por Elena?

Carl Sagan - El mundo y sus demonios
Cuando bajé del avión, el hombre me esperaba con un pedazo de cartón en el que estaba escrito mi nombre. Yo iba a una conferencia de científicos y comentaristas de televisión dedicada a la aparentemente imposible tarea de mejorar la presentación de la ciencia en la televisión comercial. Amablemente, los organizadores me habían enviado un chófer.

Arturo Pérez-Reverte - El capitán Alatriste
No era el hombre más honesto ni el más piadoso, pero era un hombre valiente. Se llamaba Diego Alatriste y Tenorio, y había luchado como soldado de los tercios viejos en las guerras de Flandes. Cuando lo conocí malvivía en Madrid, alquilándose por cuatro maravedíes en trabajos de poco lustre, a menudo en calidad de espadachín por cuenta de otros que no tenían la destreza o los arrestos para solventar sus propias querellas.

Juan José Millás - Articuento
El director del primer colegio al que fui de pequeño se llamaba Vicente. En aquella época pasaban lista todos los días y los alumnos teníamos que gritar "presente" al ser nombrados. Yo siempre creí que mis compañeros decían "Vicente", en homenaje al director del centro, de manera que cuando me llegaba el turno gritaba con marcial entusiasmo: -¡Vicente!

Antonio Gala - El Manuscrito Carmesí
Somos distintos unos de otros, y eso nos induce a creer que somos libres; pero estamos prefigurados de antemano: nuestras determinaciones dimanan de nuestros jugos gástricos y de nuestros razonamientos, o sea, de nuestro estómago y de nuestro cerebro, que son intransformables.

George Orwell - 1984
Era un día luminoso y frío de abril y los relojes daban la una de la tarde. Winston Smith, con la barbilla clavada en el pecho en su esfuerzo por burlar el molestísimo viento, se deslizó rápidamente por entre las puertas de cristal de las Casas de la Victoria, aunque no con la suficiente rapidez para evitar que una ráfaga polvorienta se colara con él.

George Orwell - Rebelión en la granja
El señor Jones, propietario de la Granja Manor, cerró por la noche los gallineros, pero estaba demasiado borracho para recordar que había dejado abiertas las ventanas. Con la luz del candil danzando de un lado a otro cruzó el patio, se quitó las botas ante la puerta trasera, sirvióse una última copa de cerveza del barril que estaba en la cocina y se fue derecho a la cama, donde ya roncaba la señora Jones.

Alexandre Dumas - Los tres mosqueteros
D'Artagnan entró, pues, en París a pie, llevando su pequeño paquete bajo el brazo, y caminó hasta encontrar una habitación de alquiler que convino a la exigüidad de sus recursos. Aquella habitación era una especie de buhardilla, sita en la calle des Fossoyeurs, cerca del palacio Luxemburgo.

Ulises - Flores...
Noche sin Luna: cenemos a la luz... ¡de las flores! El cristal de mi ventana lo empaño con el aliento; en él escribo tu nombre y luego... ¡lo borro a besos!

Khaled Hosseini - Y las Montañas Hablaron
Me dicen que debo adentrarme en unas aguas en las que no tardaré en ahogarme. Antes de que lo haga, te dejo esto en la orilla. Rezo para que lo encuentres, hermana, para que sepas qué llevaba en el corazón cuando me hundía.

Marco Antonio de la Parra - El ángel de la culpa
Un hombre mayor me confiesa en un restaurante que ha matado a su esposa, lentamente, día a día, ha sido el crimen perfecto. No hay manera de que puedan culparme, no he dejado ninguna prueba, la hice, literalmente, desaparecer. Todos creen que me abandonó. Pero no puedo dormir. ¿Me entiende? No puedo dormir. Están todos como cabras.

Jack Kerouac - Los vagabundos del Dharma
Recordé aquel versículo del Sutra del Diamante que dice: "Practica la caridad sin tener en la mente idea alguna acerca de la caridad, pues la caridad, después de todo, sólo es una palabra".