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Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
La música cesó después de la media noche, el bullicio de los pasajeros se dispersó y se deshizo en susurros dormidos, y los dos corazones se quedaron solos en el mirador en sombras, viviendo al compás de los resuellos del buque.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
Fermina Daza prefirió refugiarse en el camarote. No había dicho una palabra en toda la noche, y Florentino Ariza la había dejado perderse en sus cavilaciones.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
Su alarma hizo crisis desde la primera semana, cuando se dio cuenta del grado de familiaridad y dominio con que Florentino Ariza entraba en la casa, y de los cuchicheos y fugaces pleitos de novios con que transcurrían las visitas hasta muy entrada la noche. Lo que para el doctor Urbino Daza era una saludable afinidad de dos ancianos solitarios, para ella era una forma viciosa de concubinato secreto.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
Fue una voz solitaria en medio del océano, pero se oyó muy hondo y muy lejos. Fermina Daza supo quién era el autor sin que nadie se lo dijera, porque reconoció algunas ideas y hasta una frase literal de las reflexiones morales de Florentino Ariza. De modo que lo recibió con un afecto reverdecido en el desorden de su abandono.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
El relato publicado con enormes letras góticas de madera en tinta de sangre retumbó como el trueno de un cataclismo en la desvencijada aristocracia local.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
A pesar de su franqueza cruda, no tenía intención de revelárselo a él ni por correo ni en persona, ni le alcanzaba el corazón para decirle qué falsos le sonaban los sentimentalismos de sus cartas después de haber conocido el prodigio de consolación de sus meditaciones escritas, cómo lo devaluaban sus mentiras líricas y cuánto perjudicaba a su causa la insistencia maniática de rescatar el pasado.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
La inmovilidad forzosa, la certidumbre cada día más lúcida de la fugacidad del tiempo, los deseos locos de verla, todo le demostraba que sus temores de la caída habían sido más certeros y trágicos de lo que había previsto. Por primera vez empezó a pensar de un modo racional en la realidad de la muerte.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
La escribió a mano, en papel perfumado y con tinta luminosa para leer en la oscuridad, y dramatizó sin pudores la gravedad del percance tratando de suscitar su compasión. Ella le contestó dos días más tarde, muy conmovida, muy amable, pero sin una palabra de más ni de menos, como en los grandes días del amor.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
Florentino Ariza tuvo buen cuidado de derivar hacia otros temas menos ásperos, pero su gentileza fue tan evidente que ella se supo descubierta, y eso aumentó su rabia. Fue un mal martes.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
Florentino Ariza, en un estado de exaltación que no había logrado apaciguar con cuatro copas de oporto, siguió hablando del pasado, de los buenos recuerdos del pasado que eran su tema único desde hacía tiempo, pero ansioso de encontrar en el pasado un camino secreto para desahogarse. Pues era eso lo que le hacía falta: echar el alma por la boca.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
Florentino Ariza olvidaba siempre cuando menos debía que las mujeres piensan más en el sentido oculto de las preguntas que en las preguntas mismas, y Prudencia Pitre más que cualquier otra.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
Solitario entre la muchedumbre del muelle, se había dicho con un golpe de rabia que el corazón tiene más cuartos que un hotel de putas. Estaba bañado en lágrimas por el dolor de los adioses.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
Pero Ángeles Alfaro se fue como vino, con su sexo tierno y su violonchelo de pecadora, en un transatlántico abanderado por el olvido, y lo único que quedó de ella en las azoteas de luna fueron sus señas de adiós con un pañuelo blanco que parecía una paloma en el horizonte, solitaria y triste, como en los versos de los Juegos Florales.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
Entre tantas rarezas venidas de todas partes, Florentino Ariza estaba de todos modos entre los más raros, pero no tanto como para llamar demasiado la atención. Lo más duro que oyó fue que alguien le gritara en la calle: Al pobre y al feo, todo se les va en deseo.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
De modo que palpó sus órganos internos con más intención que atención, y mientras tanto iba olvidándose de su propia sabiduría y descubriendo asombrado que aquella criatura de maravilla era tan bella por dentro como por fuera, y entonces se abandonó a las delicias del tacto, no ya como el médico mejor calificado del litoral caribe, sino como un pobre hombre de Dios atormentado por el desorden de los instintos.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
Aquello había ocurrido en dos ocasiones del pasado, y habría de ocurrir otras veces, y Florentino Ariza lo asimiló siempre como un comportamiento propio del carácter de Fermina Daza. Pero aquella tarde se preguntó con su infinita capacidad de ilusión si una indiferencia tan encarnizada no sería un subterfugio para disimular un tormento de amor.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
Siempre le dolía la cabeza, o hacía demasiado calor. Siempre, o se hacía la dormida, o tenía la regla otra vez, la regla, siempre la regla. Tanto, que el doctor Urbino se había atrevido a decir en clase, solo por el alivio de un desahogo sin confesión, que después de diez años de casadas las mujeres tenían la regla hasta tres veces por semana.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
De vez en cuando, al regreso de una fiesta loca, la nostalgia agazapada detrás de la puerta los tumbaba de un zarpazo, y entonces ocurría una explosión maravillosa en la que todo era otra vez como antes, y por cinco minutos volvían a ser los amantes desbraguetados de la luna de miel.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
Había una casa abajo, junto al estruendo de las olas desbaratándose contra los cantiles, donde el amor era más intenso porque tenía algo de naufragio.

Gabriel García Márquez - El amor en los tiempos del cólera
Entonces fue ella quien tomó la iniciativa, y se le entregó sin miedo, sin dolor, con la alegría de una aventura de alta mar, y sin más vestigios de ceremonia sangrienta que la rosa del honor en la sábana.